Muy agradecido a los seguidores de este blog, os informo de que termina esta experiencia a la par que acaba el año. La noche que viene es la de los grandes propósitos, ya sabéis, y uno de los míos consiste en ... digamos que administrar mejor la aceleración del tiempo. Ojalá se cumpla esta aspiración y también todas las vuestras. Gracias.

Julio.

Nochevieja de 2013.


sábado, 21 de septiembre de 2013

Omaña, el Arca del Agua (De un filandón reciente en Murias de Paredes)






Philip Glass: Concierto del Tirol II mov.
 

Entre las muchas habilidades de Don Sindo el de Rosales, el omañés menos convencional que conozco, está la de mantener al mismo tiempo diversos temas de conversación -sería más exacto decir monologación- sin perder ninguno de los hilos ni enredarlos. El que suele liarse es quien lo escucha, pero ese no es problema de Don Sindo.

Al igual que Forrest Gump, aquel filósofo autista, un servidor admite no saber mucho de casi nada. Poco sobre indagación e interpretación del paisaje, menos sobre arqueología de época romana y casi nada de paleografía, historiografía, filología y lingüística. Así y todo, para este filandón en Murias, se me ocurrió lidiar con todas esas disciplinas y, además, mezclando los ingredientes, al estilo del genial Don Sindo.
El resultado fue este guiso



Hilo Primero: Sobre la tremenda invención del Humus Manium.

De pocos años para acá se impone en todo tipo de publicaciones la barbaridad de que Omaña debe su nombre a los habitantes que, hace casi 2000 años, habrían impresionado a los ejércitos romanos de tal modo que los cronistas de entonces les dieron el nombre de Homus manium o moradores del Humus manium. De estas dos maneras dicen que aparece escrita la cosa en documentos de la antigüedad.

Hoy, el piélago de internet proporciona un montón de resultados para la expresión Humus Manium y para la aún más disparatada Homus Manium. Como no es cosa de mirarlos todos, bastará con seleccionar el más imaginativo entre los veinte primeros. Y éste podría ser el que afirma que las charcas vecinas a la Peña Cefera, en el Vallegordo, son los lagos de los humus manium, los hombres dioses infernales que, al decir de Tito Livio, celebraban sus cultos y lanzaban sus hachas guerreras a las aguas cristalinas para prepararse en la contienda contra los romanos del emperador Nerva, el de los montes Nervasios, hoy Puerto de Leitariegos

Resalto la atribución a Tito Livio y, en la siguiente imagen, amontono unos cuantos escritos que aparecen actualmente por la web o en libros diversos.



Según el párrafo encuadrado en rojo, humus manium vendría a significar tierra de los infernales dioses manes. En cuanto a la expresión homus manium, no se sabe muy bien qué quiere decir porque en la declinación latina homo-hominis no aparece el homus por ninguna parte. 

Hay que tener en cuenta, para empezar, que los diosecillos manes eran, en los hogares romanos, las almas de los añorados difuntos. De modo que no serían temidos como dioses infernales sino venerados como tiernos espíritus domésticos.

Por otra parte, el Augusto Nerva nació en el año 30 dC y, para entonces, Tito Livio llevaba muerto trece años por lo que malamente pudo relatar las hazañas de aquel César tan breve. 
El senado romano proclamó emperador a Nerva en el 96 y el pobre finó al cabo de quince meses, sin gozar apenas de tiempo para visitar el Puerto de Leitariegos, tan alejado de la capital del mundo. 

También debemos considerar que, ya al término del primer siglo, probablemente los omañeses, lacianiegos, degañeses y cangueses no estarían perdiendo el tiempo en arrojar sus hachas a los lagos de Peña Cefera sino que lo emplearían en la minería aurífera, acaso con contrato por obra o servicio.

Finalmente conviene aclarar que a los Montes Erbasios o Nerbasios alude el Cronicón de Hidacio (s. V) cuando dice que inter Gundericum Vandalorum et Hermenericum Suevorum reges certamine orto Suevi in Erbasis montibus obsidentur ab Vandalis. O sea que una vez estallada la guerra entre los vándalos del rey Gunderico y los suevos de Hermenerico, estos últimos fueron asediados por aquellos en los Montes Erbasios. El encontronazo ocurrió en vida del propio obispo Hidacio, hacia el año 420 dC y, para entonces, el Augusto César Nerva llevaba nada menos que 322 años muerto de muerte natural o de muerte morrida como decimos en este país. (*)

Lo que realmente escribió don Tito Livio nada tiene que ver con Omaña. Nada de nada. Pero ya trataremos de eso más adelante. 



                                 (*) En la geografía de Ptolomeo (2,6,49) se cita un Forum Narbasorum que vaya usted a  saber por dónde caía. Según el Atlas Histórico de A. von Kampen, estaría en 
la orilla derecha del Duero, al sur de la provincia Bracarense. 
Hay multitud de artículos y libros accesibles on-line que hacen referencia a ello. 
Ver, por ejemplo, Arnold Martin Jones: 
The Prosopography of the Later Roman EmpireVolumen 2, AD 395-527.

 


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Hilo segundo: Sobre el canal romano que llaman la Presa Antigua.

El pasado 20 de junio subí desde Marzán, en el Vallegordo de Omaña, por el camino que pasa entre los tesos de La Burra y de Las Grandas y seguí adelante, hasta el Alto de Las Fornias, para dar vista a la cicatriz dejada por una de tantas explotaciones auríferas como los romanos pusieron en marcha en el noroeste.



La primavera de 2013 llegó con retraso y el paisaje se veía tan florido y bello que talmente parecía dibujado en los estudios de Walt Disney. En medio de los áridos cortafuegos descubrí escenas apasionadas como la de arriba, además de un dibujo de la perrita Marilyn en color pantone 2726 y muchas otras curiosidades como la simbiosis vegetal del arándano y el pino que hasta hoy no habíamos conocido en estos pagos y que seguramente interesará a los estudiosos de nuestra heroica población de urogallos.






Llegado al Alto de Las Fornias, basculé por un cortafuegos cayendo hacia la vertiente del Valle de Samario y enseguida me encontré frente a algunos vestigios de la mina de oro que ya había visitado treinta años atrás siguiendo indicaciones del maestro Germán González. 




Mapa que ilustró el artículo Noticias Arqueológicas del Valle Gordo, publicado
por don Germán González en la revista Tierras de León en los años 80.


Por aquel tiempo aún se distinguían los depósitos para acumulación de agua en el campo de Valdelaforca y trazas de un canal que venía de muy lejos. Luego, las flamantes pistas, el roturado previo a la masiva plantación de pinos y las amplias barreras contra el fuego borraron muchas de aquellas huellas. O, al menos, yo no las distingo.



Las Fornias, vestigios de una explotación aurífera.


Contando con tantos medios como hay ahora disponibles, traté de seguir la traza del canal aguas arriba de Las Fornias pero no hubo modo. Me parecía que la pista de la foto superior seguía justamente la línea de la acequia perdida y me eché a caminar por ella adelante pero, cuando llevaba andados cerca de cinco kilómetros, me harté de mirar sin ver, viré al norte y, a través de un cortafuegos, regresé a los altos del cordal y me tumbé a la bartola cara al Vallegordo.







Al cabo de un rato reemprendí la marcha. Desde la Campa bordeé el Pico Suspirón por el norte hasta divisar el collado de la Mortera de la Vieja. Y también allí descubrí un paisaje -foto superior- transformado por los pinos, las pistas y los cortafuegos. Así que, desanimado, volví a sentarme para tomar las diez a la orilla de un florido mar de urces. 
Y entonces me vino de nuevo a la cabeza el asunto del Humus Manium.




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Vuelta al Hilo Primero: La ciudad ibérica de Urbicua.

Es asombroso lo que consiguieron en tan pocos años no solo los inventores del Humus o del Homus Manium sino también quienes perfeccionaron el engendro y la legión de adictos a copiar y pegar que contribuyeron a divulgarlo sin la menor indagación o análisis previo
Para que tal superchería tuviera alguna apariencia de solidez y admitiera la calificación de tradición antiquísima, era precisa la apoyatura en los textos de algún investigador reconocido y, a ser posible, en los de algún cronista de época romana. Así que el primer estudioso cuyos textos se utilizaron fue el agustino Don Tirso López Bardón. Y Tito Livio fue el historiador seleccionado entre los del mundo clásico.  



Fray Tirso (1838-1918) 

Fray Tirso López Bardón, nacido en Cornombre, municipio de Riello, fue uno de tantos intelectuales omañeses distinguidos durante la segunda mitad del XIX y todo el XX -y aún hoy- por su afición al estudio de las letras, las ciencias y las artes. Entre los escritos de este Cronista General de la Orden Agustiniana hay un ensayo titulado La ciudad ibérica de Urbicua, llamada luego Legio Super Urbicum, junto a la Vega de Arienza o del Órbigo. Este trabajo apareció publicado en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid (vol. XIII, pp. 91 y siguientes) y también en la Revista Agustiniana, en forma de carta dirigida a Aureliano Fernández-Guerra y Orbe. Por cierto, el tal don Aureliano, personaje muy principal en su tiempo, debió de acaparar tal cantidad y variedad de cargos públicos que fue tildado de hombre con más conchas y escamas que una tonelada de galápagos y sardinas y gran muñidor de la erudición, las Academias y la Dirección General de Instrucción Pública. (*) 

(*) Antonio Rodríguez Moñino, erudito, bibliógrafo y filólogo, 
en Historia de una infamia bibliográfica, editorial Castalia, 1965, p. 89.

De la extensísima carta de fray Tirso a don Aureliano extraigo algunos párrafos que aluden a la ciudad prerromana Urbicua y a la posibilidad de que ésta se hallara a orillas de río Omaña: 


...  en una larga y espaciosa llanura -entre Vegarienza y El Castillo de Omaña- se descubren los indicados restos, que consisten en montecitos de piedras, cubiertos la mayor parte de césped, otros labrados por encima para sembrar centeno que se cría allí con abundancia. Es notable lo bien que se conocen todavía las calles, especialmente la mayor o principal que atraviesa la población de E a O en toda su longitud. No se ven por encima restos de columnas ni de edificios grandiosos, pero no es difícil se hallasen monedas, como antiguamente se han hallado, si se hiciesen excavaciones.

... pero ¿qué nombre tuvo la mencionada ciudad? -continúa don Tirso-, ...no parece improbable que sea la antigua ciudad de que habla Tito Livio en el libro X de la Década IV, al decir que Fulvio Flaco y Posttumio, después de tomar los castillos y fortalezas de los Vacceos, sitiaron la antiquísima Urbicua. Y aunque la supone próxima a los Celtíberos, sabemos que Livio no estaba tan fuerte en geografía como en historia, en la cual, sin embargo, comete también bastantes inexactitudes. 

Después de plantear, argumentar y descartar otras hipótesis, fray Tirso concluye afirmando:
... en resolución, estimo que las ruinas exploradas por mí en el término de Vega de Órbigo pertenecen probablemente a la ciudad astur de Urbicua y, con seguridad casi completa, al campamento romano posterior levantado allí con el nombre de Legio Super Urbicum.





Veamos ahora qué es lo que realmente escribió don Tito Livio en relación con Urbicua en su Libro X de la Década IV:

Mientras Fulvio Flaco estaba sitiando una ciudad hispana llamada Urbicua, fue atacado por los celtíberos. Se produjeron encarnizados combates, con graves pérdidas en muertos y heridos entre los romanos. Venció finalmente la tenacidad de Fulvio, a quien no hubo fuerza capaz de alejarlo del asedio. Agotados por tantas batallas, los celtíberos se retiraron y la ciudad, una vez desaparecida la ayuda, fue tomada en pocos días y saqueada. El pretor dio el botín a los soldados. Aparte de esta captura, Fulvio no hizo nada digno de mención, ni tampoco Publio Manlio, más allá de concentrar sus fuerzas dispersas. Ambos retiraron los ejércitos a sus cuarteles de invierno. Estos fueron los hechos de este verano en Hispania. (*)
(*) Consultar la obra de Tito Livio, Ab urbe condita libri
http://www.thelatinlibrary.com/liv.html

En el tiempo de fray Tirso, los escritos de los clásicos -Pomponio Mela, Tito Livio, Plinio, Suetonio, Tácito...- así como los cronicones medievales, las actas de los primitivos concilios y demás documentos antiguos, no estaban a nuestro alcance inmediato como hoy, a través de internet, debidamente transcritos a lenguajes y tipografías actuales. Y como tampoco existían los medios y técnicas ahora utilizados en historiografía y arqueología, no es extraño que el aficionado fray Tirso considerase la posibilidad de que los vestigios de Urbicua fueran aquellos que él vio en el término municipal de Riello.

La alusión de Tito Livio a la ciudad de Urbicua y a los encarnizados combates que causaron tantos muertos entre los romanos, sirvió a los inventores del engendro del Humus Manium para atribuir a los omañeses una fuerza y resistencia propia de dioses infernales.
¿Pero qué dioses? No importó que los manes fueran pacíficos protectores del hogar. Lo que importó a los creadores de la arraigada tradición fue que manes -manium encajaba bien con la voz Omania.

Tampoco parece haber importado mucho que el asedio y arrasamiento de Urbicua hubiera ocurrido en el 182 antes de Cristo, como dice Tito Livio. Ni que la conquista de Hispania no hubiera rebasado aún el Sistema Ibérico, faltando 500 kilómetros de avance en línea recta y unos 170 años de tiempo para que los romanos llegaran a Omaña.


Avances y fechas de la conquista romana de Hispania, culminada en el 19 aC.  (Wikimap)

El Itinerario Antonino, que se cree elaborado en el siglo III, relaciona las rutas principales del Imperio Romano, nombra cada mansio o posada principal a lo largo de todas esas vías y la distancia que media entre ellas. Aunque no es fácil determinar con rotundidad el lugar exacto donde estuvieron muchos de esos albergues, hay unanimidad entre los expertos al trazar la ruta 31 entre La Mancha y Zaragoza y situar Urbicua entre las actuales provincias de Guadalajara, Cuenca y Teruel, quizá en la cuenca del Guadalaviar y, en cualquier caso, muy lejos de Omaña.
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La Presa Antigua atravesando el Alto Pando.



Vuelta al Hilo Segundo: Aparece por fin el Canal Romano.

Sosegado mi ánimo después de haber tomado el piscolabis en virtual compañía de fray Tirso y don Tito, acordé conmigo mismo coronar el Suspirón para echar un vistazo a la vertiente del sur. Y se llenó mi corazón de gozo al comprobar que nadie había roturado aquella parte, acaso porque no hay nada que arar donde está la peña a flor de piel.
De modo que, resuelto a encontrar el canal, decidí regresar a la Campa de Corros y tomar allí el Camino de los Asturianos que, en su tiempo, enlazó Barrio de La Puente (Valle Gordo), con Los Barrios de Nistoso (La Cepeda).


Mientras bajaba iba dando vista a algún pueblo de El Bierzo -Tremor de Arriba y Pobladura de Las Regueras- y a alguna de las explotaciones a cielo abierto que proliferan en los últimos años, cuando lo interesante no es vender carbón ni mantener el empleo sino ordeñar la teta de la subvención incontrolada. Y llegué por fin a La Campona, el alto desmochado entre la cuenca del Tremor y la del arroyo de La Sierra que es cabecera del Val de Samario.


Cabeceras del río de La Sierra. 
Bordeado con línea roja se aprecia uno de los tajos mineros que dio nombre 
a la Poza de La Cava. Por arriba, perpendicular al cortafuegos, 
la pista que arranca desde el Camino de los Asturianos se dirige 
hacia El Matillo Rubio y a la explotación aurífera de Las Fornias.

Ante la obcecación no hay nada como cambiar el punto de vista. Así que seguí el Camino de los Asturianos para avanzar sobre el flanco suroeste del río de La Sierra. Y, mirando desde aquí hacia el norte, comprobé que el cortafuegos interminable era el mismo por donde había escapado dos horas antes, cuando me harté de seguir la pista tomada en Las Fornias. Y caí en la cuenta de que, en efecto, esa pista parece haber sido hecha sobre la traza del canal romano. 


Me eché cortafuegos abajo, trepé por el flanco opuesto y pude observar lo que no supe ver dos horas antes: otro de los tajos de la mina de oro.


Otro de los grandes tajos en La Poza de La Cava.



Parte de una de las balsas de acumulación de agua se indentifica 
a la orilla del Camino de Los Asturianos, en el flanco suroeste 
de la cabecera del arroyo de La Sierra.





Como muy bien describe Mary Luz González, el canal que llaman La Presa Antigua viene desde Los Llaos de Peña Cefera, cambia de vertiente en el Alto del Pando, bordea el pico Suspirón por el sur y, al alcanzar el nacimiento del río de La Sierra, se bifurca. Un ramal alimenta las balsas de acumulación en el flanco suroeste y el otro las del flanco nordeste, sobre La Poza de La Cava. A partir de aquí, parece que el canal podría continuar unos cuántos kilómetros más para alimentar la explotación de Las Fornias pero, como afirma la arqueóloga, la red hidráulica de esta mina aun no ha sido reconocida.




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Hilo tercero: La espantable y jamás imaginada 
aventura de los molinos de viento


La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear;
porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta
o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla,
y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer:
que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan
mala simiente de sobre la faz de la tierra. 
¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza. (*)
(*) Ya sé que esto no tiene nada que ver con lo que estamos 
tratando pero no pude evitar tomarles unas fotos. 

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Ruinas del Castillo de Benal en la Vega de Arienza



Hilo cuarto: Legio Super Urbicum, la ciudad fantasma.


El trabajo de fray Tirso López se tituló La ciudad ibérica de Urbicua, llamada luego Legio Super Urbicum, junto a la Vega de Arienza o del Órbigo
Pero, ¿de verdad existió aguna vez una ciudad llamada Legio Super Urbicum?



El Conventus Iuridicus -la colonia o territorio jurídico de los Ástures en este caso- era la asamblea de romanos e indígenas que asesoraba al pretor en la administración de justicia. El conventus asturicensis nació de una división que, en tiempo de Augusto y Claudio, se hizo en la provincia Tarraconense. Caracalla lo incluyó en una recién creada provincia llamada Nova Hispania Citerior Antoniniana la cual, con Diocleciano, pasó a integrarse en la provincia de Gallaecia.
Los límites del Conventus Asturicensis debieron de coincidir con los del pueblo prerromano de los ástures, que abarcaría las actuales provincias de León, Asturias, la parte occidental de Zamora, el área más oriental de Lugo y de Orense y parte de Tras Os Montes.

Es muy importante tener ahora en cuenta que cuando Roma colonizó esta parte de Hispania, la halló poblada por pequeñas comunidades, los castros, cuyo censo no solía rebasar la cifra de 100 a 200 habitantes. No había ningún tipo de organización política por encima del castro y, por tanto, hay que poner mucha voluntad para imaginar que nuestros ancestros leoneses se sentían integrantes de una sociedad, de un pueblo, de una nación cohesionada política y culturalmente. Para los pobladores de cada castro, el mundo existente más allá de donde alcanzaba la vista era casi ignorado. Puede que los habitantes de esta región, antes de que la colonizasen los romanos, ni llamaban Ástura a su país ni se llamaban ástures a sí mismos. Es posible que los romanos discurrieran ese nombre para identificar el departamento administrativo cuya capital fue Ásturica o Astorga. (*)


(*) Leer, por ejemplo, a Juan José Sánchez Badiola 
en Asturia en la transición a la Edad Media.

A principios del siglo V, cuando gran parte de la población de Hispania era ya cristiana, los bárbaros suevos ocuparon el noroeste y constituyeron un reino que abarcaba Galicia y el norte de Portugal, con capital en Braga. Este dominio se expandió después al sur del Duero. 
Reinando Teodomiro (559-570) los suevos se convirtieron definitivamente al cristianismo y decidieron mantener la organización eclesiástica existente. 
El Parroquial Suevo o División de Teodomiro, una referencia historiográfica de grandísimo valor, relacionó las trece diócesis de la Gallaecia  -Braga, Oporto, Lamego, Coímbra, Viseu, Dumio, Egitania, Lugo, Orense, Astorga, Iria (Padrón- Arosa) Tuy y Britonia (Mondoñedo) y también las parroquias que abarcaba cada una. 

El Parroquial fue transmitido por diversas vías. El Liber Fidei de Braga es la versión que hoy merece más crédito. Redactado entre los siglos XII y XIII, atribuye once parroquias a la diócesis de Astorga en tiempo de los suevos: Astorica, Legio, Pesicos, Comanca, Semure, Fraucellos, Bergido, Ventosa, Murellos superiore et inferiore y Petra.  

Hay otros documentos como el  Chronicon Albeldense  (s. IX), la Crónica Silense o Historia Legionense (s. XII), el Liber Chronicorum del obispo Pelayo de Oviedo (s. XII), el Chronicon Mundi del obispo Lucas de Tuy  (s. XIII) y qué se yo cuántos más, que se refieren a este asunto de la organización eclesial en tiempo de los suevos. Pero tales escritos contienen informaciones que difieren en asuntos sustanciales. Téngase en cuenta que desde la redacción del Parroquial Suevo han transcurrido varios siglos y una invasión musulmana por el medio. 

El trabajo ímprobo que supone analizar y contrastar todos estos escritos para tratar de acercarse a la verdad lo hizo el agustino Enrique Flórez en el XVIII, autor de la  magna obra titulada España Sagrada: Teatro geográfico-histórico de la Iglesia de España. Esta labor es reconocida y ponderada por la cantidad de documentos antiguos que analiza, compara y critica con rigor y objetividad.

Enrique Flórez detecta, por ejemplo, que el Liber Itaci de Oviedo (s. XII) asocia a la diócesis de Astorga las siguientes parroquias: Asturicam, Legio super Urbico, Berizo, Petra Speranti, Tibris, Caldellas, Murellos superiore et inferiore, Semure, Frogellos et Pesicos

Comparando esta relación con la recogida en el Liber Fidei de Braga, se observa que la lista ha sido modificada de forma que parroquias como Legio y Comanca -León y Coyanza- han desaparecido mientras que ocupan su lugar otras como Tibris y Caldellas -Trives y Caldelas-. Lo que ha hecho el presunto manipulador es desplazar hacia el oeste los términos que abarcaba la sede episcopal de Astorga antes de la invasión musulmana, ganando por la parte de Orense lo que se ha perdido por la zona de León. 

El análisis que hace Flórez es muchísimo más extenso y argumentado pero se podría resumir diciendo que, en los primeros siglos de la Reconquista, hubo unos cuántos clérigos, políticos y historiadores -todo viene siendo lo mismo- afanados en falsificar documentos antiguos para defender la existencia de sedes episcopales en Oviedo y en León durante las épocas sueva y goda, lo que serviría para justificar viejos derechos que nunca existieron. De ahí que aparezca entre las parroquias de la diócesis astorgana un Legio Super Urbico como alternativa a León, que sería una ciudad diferente y con sede episcopal propia.

En fin, manipular interesadamente la historia sigue a la orden del día en la península.

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Vuelta al Hilo Primero: La Presa Antigua desde su origen.


Puede estar tranquilo el visitante de este blog porque se va acabando el texto y lo que falta es más entretenido: solo se trata de mirar los santos.

Desde la cabecera del arroyo de La Sierra y aguas arriba, hasta alcanzar Los Llaos de Peña Cefera, la traza del canal romano se distingue con claridad, al menos mientras bordea el Pico Suspirón.



En terreno no afectado por la roturación y plantación de pinos, 
la Presa Antigua se distingue nítidamente casi 2000 años después. 


Para doblar el espinazo rocoso en el suroeste del Suspirón, fue necesario hacer 
un tajo de notables dimensiones. Este lugar se conoce como la Peña Cortada.





Figuración del agua atravesando la Peña Cortada.



Desde el Alto Pando se alcanza a ver la ermita de Peña Furada.

 
 
Excursionistas hollando la Presa Antigua en el Alto del Pando.
 

Trabajos de desbroce y señalización en la Presa Antigua, ejecutados recientemente bajo la dirección de la arqueóloga Mary Luz González. Aguas arriba del Alto del Pando, la traza del canal fue recuperada a largo de medio kilómetro (foto superior) pero, en adelante, no es fácil seguirla hasta la proximidad de las peñas de Las Porrinas, en la base de Peña Cefera. 






Aquí permanece la colosal escombrera que es recuerdo del glaciar rocoso tan bien estudiado y publicitado por el profesor Alipio G. de Celis, omañés y Director del Departamento de Geografía de la Universidad de Valladolid. Los exploradores de la Presa Antigua suelen admirarse de que la huella permanezca tan evidente a través de la pedrera. 







Arriba y abajo: la marca del canal atravesando los restos del glaciar rocoso de Peña Cefera.





Foto superior e inferiores: aún se aprecian en las peñas de Las Porrinas
los cortes y labras que permitieron la canalización.















Es normal que este tipo de peña se fracture naturalmente en bloques paralepipédicos pero, al pie del cortado, se observan grandes piedras que talmente parecen sillares tallados en su día para hacer el murete externo del canal.





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Hilo quinto: Etimología Popular



Peña Cefera: su pared norte no es la del Eiger, el pico temible
de los Alpes berneses, pero su vista impresiona y su desplome 
dio lugar al glaciar rocoso más grande de la comarca.



Entre Peña Cefera y la cabeza de la sierra de Fernán Pérez queda la huella de un circo glaciar con pequeñas barreras -morrenas- que retienen el agua de los deshielos. Varias fuentes dosifican el aporte a lo largo del verano. Estos son Los Llaos o Los Chaos o Los Lagos -que todo significa la misma cosa- utilizados como depósitos reguladores para alimentar el canal romano o la Presa Antigua hace casi dos mil años.  


Algunos mapas nombran como Arcos del Agua al pico que es cabeza de la Sierra de Fernán Pérez. 
Arceo -ui es un verbo latino que significa contener, encerrar o retener.
En toda la península -también en sudamérica, abundan los topónimos arca del agua o arcos del agua, siempre haciendo referencia a depósitos donde se recogen las aguas que desde allí se distribuyen a donde haga falta. Son famosas las arcas del agua de Baeza, Guadalajara, Cuenca, Aranjuez, Guadalupe, Oporto (Paranhos), San Pedro de Arlanza y tantas otras.
Me decía hace unas semanas el admirado Roberto Glez-Quevedo que, en todos los lugares, la toponimia evoluciona acompañada de un proceso de tergiversación. Y que si nos erigimos en abogados del diablo y tratamos de entender por qué se tergiversa y se corrompe la realidad, quizás encontremos algo que también es connatural a la razón humana. La razón siempre trata de entender, de hacer coherente lo que le parece absurdo y necesita encontrar explicaciones a todo. Y esta fuerza racional lleva al ser humano a deformar la realidad, a desfigurarla para que coincida con su manera de ver las cosas. Es decir, el impulso racional también lleva al error y a la confusión. Por eso, cuando el topónimo ya no se entiende, se le busca una explicación que a veces implica cambiar el propio topónimo.

Otro buen amigo, Alberto Ávarez, autor de varios y excelentes libros de rutas montañeras, me habló de un vecino de Vegapujín que lleva años recopilando minuciosamente la toponimia local. Alberto consultó con este señor, don Agustín Solabre, para confirmar los nombres de varios lugares y ésta fue la respuesta del estudioso omañés: Efectivamente, te lo dijeron bien. El pico más alto de la zona es la Sierra de Fernán Pérez, pero se equivocaron al poner la toponimia en el mapa y le dieron el nombre de 'Arcos del Agua' aunque debería ser 'Arca del agua'. El 'Arca del Agua' era el collado que queda entre la mencionada sierra y Peña Cefera  pero, por error, le dieron el nombre a la peña.
 
En filosofía se conoce como Navaja de Ockam o principio de economía o lex parsimoniae a una propuesta que afirma:  en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta. Pues bien: si cualquier montañero, pastor o cazador se asoma a la collada que hay entre el Pico de Fernán Pérez y la Peña Cefera, ¿qué es lo que ve?
Ve el ARCA DEL AGUA o las Arcas del Agua que, entre los siglos I y II, retuvieron los deshielos para su distribución hacia las explotaciones auríferas romanas de la Poza de la Cava y Las Fornias. Parece claro que don Agustín Salobre conoce e interpreta muy bien la toponimia de la zona.


Y aquí se acaba el filandón. 
Durante este tiempo, a la mariquita de abajo casi le dio tiempo a zamparse la flor.


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Epiloguillo:
 
Organizada desde de oficina de turismo de La Casona de Murias (Ayuntamiento
de Murias de Paredes) hoy hemos hecho una excursión desde Vegapujín para 
inspeccionar las huellas del canal romano en la peña de Las Porrinas,
subir a bordear Los Llaos, coronar Peña Cefera y bajar por la Sierra hasta
encontrar de nuevo la Presa Antigua en el Alto del Pando. En una próxima
salida completaremos el recorrido desde el Alto del Pando hasta Las Fornias
pasando por Peña Cortada y por la explotación de la Poza de la Cava.





Las flores nos avisan de que el otoño está al caer.
Y en efecto, doña Mónica López anuncia que llegará mañana, 
domingo día 22 de septiembre, a las 22h 44m hora oficial peninsular. 
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