Muy agradecido a los seguidores de este blog, os informo de que termina esta experiencia a la par que acaba el año. La noche que viene es la de los grandes propósitos, ya sabéis, y uno de los míos consiste en ... digamos que administrar mejor la aceleración del tiempo. Ojalá se cumpla esta aspiración y también todas las vuestras. Gracias.

Julio.

Nochevieja de 2013.


domingo, 24 de junio de 2012

Leitariegos, mañanita de San Juan

Brañas de Arriba y valle del Naviego (Cangas del Narcea, Asturias) desde el Cueto de Arbas.



Antonio Vivaldi (1678-1741)
Concierto para dos violines, cuerdas y bajo continuo en A menor RV522
Op. 3 No. 8 "L'estro Armonico"
Jeanne Lamon y Genevieve Gilardeau, violines



Cuando subo solo al Cueto de Arbas, cosa que hago con frecuencia, suelo trepar por aquí, por el espinazo que baja del Alto La Ferradura separando los pedregales del Socueto y de la laguna.
Esta mañana, mientras aún caminaba al borde del agua, iba escrutando los canchales del Cagadeiru la Viecha cuando descubrí por allá arriba dos rebecos.
Quince minutos después, uno de ellos estaba muerto.




No había ganado más que unos cien metros de cota cuando escuché un disparo. Un disparo cercano, retumbante. Miré hacia arriba y me pareció distinguir el bulto del animal muerto.  Inmediatamente, vi venir a otro rebeco huyendo.



Minutos antes, en el aparcamiento de la laguna, había visto un coche oficial, del servicio de vigilancia de montes, por lo que descarté la posibilidad de una caza furtiva. De todas formas, una vez coronado el alto, tomé rumbo al lugar donde tres personas manipulaban los restos del animal abatido. Cuando llegué ya no estaban allí, pero más tarde nos encontramos. Y nuestro diálogo fue exactamente éste:
-Hola. Supongo que sois científicos pero, ¿puedo preguntaros por qué lo habéis matado? ¿Estaba enfermo o algo así?
- No. Es que nos caía mal.
No hace falta ser muy susceptible para interpretar esa respuesta como un a ti qué cojones te importa. Así que me despedí sin más, educadamente incluso, del único personaje que tuvo el detalle de hablarme, aunque fuera con un exabrupto.

He meditado un buen rato antes de decidir que pondría las siguientes fotografías en el blog. Si a alguien le resultan incómodas o molestas, recuerde que en los telediarios vemos a todas horas imágenes mucho peores y ...






Tengo amigos cazadores, habituados a cazar en los montes del pueblo como hicieron sus padres y abuelos. Alguna vez me invitan a un guiso con carne de jabalí o de corzo y no me escandalizo ni lo rechazo; lo disfruto. 
Lo que no puedo entender es el regocijo que siente una persona cuando paga por una licencia para matar a un animal salvaje dentro de una Reserva Natural. Me refiero a un elemento vestido de Coronel Tapioca, a quien escolta un guía-funcionario que le localiza la víctima y se la pone a tiro para que el héroe apunte con la mira telescópica, aprete el gatillo y degüelle el cadáver -o se lo degüellen- para poder luego exhibir el cráneo como apoyo al relato de su hazaña tremenda. 
El cuerpo quedó allí tirado. Al menos lo disfrutarán el raposo y el oso y el hermano buitre, técnico superior en saneamiento, que merece mejor fama de la que tiene. 
Voy, lo mato y vuelvo fue el título de un spaguetti western que viene muy al caso. En fin, después de este homenaje al oso Mitrofán y a los elefantes de Botswana, vamos con la segunda parte de esta crónica sanjuanera, que es muy diferente.


Laguna de Arbas.


El caso es que los vecinos y descendientes del Puerto celebraban hoy la fiesta que conmemora el nacimiento de su patrono, San Juan Bautista. Y ese acontecimiento sí que fue una muy agradable sorpresa para quien bajaba del Cagadeiru la Viecha (sí, El Cagadero de la Vieja) con muy mal sabor de boca.












Había misa, piscolabis y hasta baile junto a la ermita de San Juan, esta capilla que en tantas
ocasiones desaparece bajo la nieve y que tiene una leyenda para contar y no parar.





La capilla guarda dos imágenes del Bautista. La primera es de las que se
compraban en Madrid -el encargo lo traían los arrieros del puerto que van y vienen-
y la segunda es tosca pero de material noble, de las que tallaban los santeros locales.






Y hay otras dos tallas que son muy valiosas por distintas razones. La de arriba, el San Cloyo (San Claudio) de piedra, debe de ser muy antigua. Apareció accidentalmente en un paraje cercano llamado así, San Cloyo. Si ese lugar tiene algo que ver con alguno de los legendarios refugios medievales, no se sabe concerteza.

El Cristo de marfil de las siguientes fotos debió de venir de algún país muy lejano. Ya se sabe que la gente de Leitariegos viajó por el mundo entero y el mundo entero -o casi, al menos en la edad media,- pasó por este puerto. Es una obra artística notable, singular además por los ojos, uno de los cuales anda ahora algo extraviado, lo que confiere al crucificado aún mayor patetismo.









Matías, vistor o alcalde y entusiasta de Leitariegos, se preocupa por mantener viva la fama del lugar y por el bienestar de esta pequeña y muy legendaria comunidad de valientes. El renombre del Puerto, su rica historia de tantos siglos, se fundamenta en la cría de ganado, en la arriería, la conducción de viajeros y la prestación de socorro y acogimiento a la infinidad de transeúntes que, desde la baja edad media hasta casi nuestros días, vadearon la cordillera por este paso y con frecuencia, durante los ochos meses del invierno, se jugaron la vida. Fue por esta causa por la que, en el siglo XIV, Alfonso XI el Justiciero concedió a los lugareños la condición de hidalgos y ciertos privilegios que estuvieron vigentes hasta finales del XIX.



Hoy, Matías y sus convecinos planean recuperar la antigua escuela para instalar en ella un conjunto didáctico relacionado con la inmensa riqueza material y espiritual de Leitariegos. Un pequeño museo que enriquecerá la experiencia de los viajeros y, de paso, reportará al pueblo alguna ayuda material para seguir mejorando. De momento, la escuela alberga una colección de tallas en madera realizadas por don Laureano Rodríguez, ya fallecido, que fue criador de ganado, como todos sus vecinos, además de minero de carbón en alguna época y también artista. Ésta es una mínima muestra de la gran colección.







 


De entre los objetos que el futuro museo va reuniendo, he dejado para el final el de mayor peso. Peso físico -del orden de 500 kg- y peso histórico. Se trata del arca que guardó los documentos del Coto y concejo o ayuntamiento de Leitariegos.
La parroquia de Santa María de Leitariegos o de Brañas apenas abarcó dieciséis kilómetros cuadrados y siempre estuvo muy poco poblada, pero debe su mucha fama a la condición de paso de montaña entre Asturias y la Meseta, muy transitado durante la Edad Media y Moderna. En 1326, para asegurar una población permanente en el lugar como garantía de amparo a los viajeros, el rey Alfonso XI concedió a los vecinos la exención de foros y pechos y la redención del servicio de armas. Desde entonces, la jurisdicción del Coto de Leitariegos correspondió a sus vecinos. En 1821, Leitariegos pasó a ser Ayuntamiento y mantuvo tal condición hasta 1931, cuando fue anexionado a Cangas del Narcea.



El arca municipal de Leitariegos (Brañas) está fabricada de una sola pieza, de un solo tronco, y reforzada con poderosos zunchos y remaches trabajados por un ferreiro local . Tiene tres cerraduras (ver las siguientes fotos) cuyas llaves guardaban respectivamente el alcalde y dos vocales. Su peso total es del orden de media tonelada. 





La intensa mañana del 23 de junio de 2012 concluyó para este montañero
con la participación en el festejo ocurrido después de la misa.







Mi agradecimiento para todos los vecinos por su invitación. Invitación perpetua, me atrevo a decir, porque en Leitariegos reciben bien a todo el mundo, al menos desde el siglo XIV para acá. Y un abrazo especial para Alipio, Raquel, Natalia y Matías.


Otras páginas sobre Leitariegos en este mismo blog:


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Nota: este blog contiene varios reportajes que se ocupan de Leitariegos. El pueblo y la laguna pertenecen al municipio de Cangas de Narcea, en el Principado de Asturias y su relación con el Noroeste Leonés -título de este blog- es de muy buena vecindad, de estrechísimo parentesco y de antiquísima cultura y tradiciones. Había una pintada en La Llanada del Puerto que rezaba: L.laciana ía asturiana. 

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